DIA CINCO
Si, ya falta menos. Unn camino que no se ha hecho tan largo como pensábamos. Antes de ayer le decía yo a un amigo, que es increible el poder de adaptabilidad del ser humano. Lo que en un principio se nos presentaba como un reto y nos daba temos, hoy se nos ha hecho cotidiano. Pero gracias a Dios, sólo nos queda un ciclo. Afortunadamente, según nos dijeron ayer, no nos tocan refuerzos, así que todo se hace más sencillo aún. Como cada jueves, allí estaba Yelitza, una joven de 29 años. Ella tiene dos hijos pequeños. Ahora está terminando también, a ella si le ha tocado refuerzo porque su lesión era mucho más grande que la de mi mamá y, además, ya existía un ganglio comprometido. También estaba Humberto, un chico de 17 años con lesiones en estómago y pancreas. Su tratamiento es indefinido. Su madre, siempre ahí, echando pa' lante. La rutina, igual que siempre... primero la consulta y luego al tercer piso. Esta vez, una muy buena compañía que me alivió la espera. Chismeandito se nos pasó el tiempo y se hicieron las tres de la tarde. Hasta allí llegó el suero. De ahí, directo a Burger King. Mamá estaba antojada. Incluso, antes de que llegara Fran le había preguntado si quería que le pidiera algo de comer, pero enseguida me vió y me dijo "¿no podemos comer en Burger King?". Llegué a casa super agotada. Más que por el día, por la semana. El viaje del lunes al IVSS no estuvo agradable. Desde las nueve y media de la mañana, hasta la una y media de la tarde haciendo cola para retirar los medicamentos. No importa cuantas veces tenga que hacer la cola, ni cuántas veces pueda sentirme agradecida de tener la ventaja de poder obtener los medicamentos por ese medio, la indignación que me da viendo a personas de avanzada edad y enfermas es inmensa. El sistema funciona asi: trabajan hasta las tres de la tarde, pero como a esa hora todavía queda gente haciendo cola, le reparten números a los que están. Los que llegan después, se jodieron. Allí trabaja un personaje increiblemente amargado, mujer por cierto. La tipa trata mal a todo el mundo. Una señora me contaba que, en una ocación fué a retirar los medicamentos de su marido. Con número en mano, se paró frente a la taquilla de entrega y, esta mujer le dijo "Ay! ya son las tres y media, te quedaste sin medicinas". Por supuesto, no se las entregó. Lo que hay que aguantar. Y pensar que esa gente está trabajando allí gracias al aporte que hacemos al seguro social todos los que trabajamos. Así es este país, las humillaciones van y vienen por todas partes. Las mariconadas también. ¿Será que algún día la mentalidad de la gente cambiará?