DESDE EL BOSQUE DE LOS 100 ACRES
En vista de que mi amiga no pudo con el oso, decidí agarrar el toro por los cachos, aunque los cachos son tema de otro post... pero decidí resolver el asunto de una vez. Pues sí. Ya preparé la lonchera, la linterna, burda de chocolate y un par de armas secretas que van a acabar con el oso POOH-POOH. Además, me llevo a mi perro Canito, que es un experto en eso de olfatear escombros, pizzas, calcetines sudaos, basura y osos pingones. A la Cere la dejo en el campamento mientras se recupera de la jodida que le echaron... De pana, nunca había visto a alguien cargar cencima con tanta cremita de hemorroides. Allá ella, que se cure su vaina, porque nadie la manda a salida, a dárselas de heroína. Además, si me largo por unos días no me tengo que aguantar la lloradera que carga... Menos mal que cada una trajo su propia carpa. De lo que no me he salvado es de los ronquidos que se pega la coña esa. La primera noche, hasta pensé que el oso del carajo se nos estaba metiendo en el campamento... pero que va, era ella. Si hasta parecía que la carpa fuera a levitar... ¿serían ronquidos o peos? No sé, pero tampoco me atrevería a averiguarlo. Aquí le dejo al negrito que nos ha servido de guía, para que la cuide mientras no regreso. Yo me lanzo a la aventura. Oso POOH-POOH, agárrate que te voy a mataaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaar...!