UNAS PALABRAS
Tenía yo quince años, la primera vez que el Papa visitó nuestro país. Mi hermana, que ya tenía diecisiete, tuvo la oportunidad de asistir al encuentro con los jóvenes. El colegio, llevó a las alumnas de los cuartos y quintos años. A mi no me tocó así que mi mamá me dijo, "mañana madrugamos y nos vamos a ver al Papa". Así fué, de aquello recuerdo que divisamos el vehículo a lo lejos. Justo cuando pasaba frente a nosotras, el Papa volteó hacia donde estábamos y, como quien dice, nos echó la bendición. Esa es una mirada que jamás olvidaré. Igualmente, la paz que transmitía era inmensa. Mamá y yo, llegamos a casa sintiendo una emoción muy grande, a pesar de que sólo lo vimos unos instantes. Nos sentimos satisfechas.
Los que me conocen, saben que mi fe en Dios es inmensa, más aún así y, a pesar de haber sido educada en un colegio de monjas, todavía no me siento atraída hacia la Iglesia. Todavía no me cuadran muchas cosas y creo, que no me van a cuadrar jamás. Pero de que Juan Pablo II era un ser admirable, no lo puedo negar. Hace unos meses hablaba con mamá y le decía que no era necesario que el "anciano" estuviera aún ejerciendo ese rol. Después de que la enfermedad de mi madre nos sorprendiera y de verla luchar para salir de ella, entiendo por qué el "anciano" continuaba allí. La lucha se da hasta el final, no importa la edad que se tenga.
Ayer estuvimos pendientes de las noticias, entonces mi hija comenzó a preguntar. En una de esas me dice "mamá ¿el Papa es famoso?". Claro al verlo rodeado de tanta gente, ella lo habrá comparado con una especie de ídolo musical o algo así. Bueno, no se me hizo difícil darle una explicación. Ella también quiso estar pendiente de las noticias.
Que se recuerde la obra de un hombre noble. Que se respete la obra de los menos conocidos. Que se respete la humanidad. No debería ser mucho pedir, que nos viéramos todos de igual a igual...